El programa que eligió el director Victor Hugo Toro para el concierto de la Orquesta de Cámara deChile en la Parroquia Santa Elena de Las Condes, incluyó varias obras poco conocidas del repertorio estándar: la obertura«La bella Melusina», de Felix Mendelssohn; la suite «Pelleas et Melisande» , de Jean Sibelius, y el estreno de una obra del compositor chileno Juan Pablo Abalo.
La obra famosa fue el «Quinto concierto para violín y orquesta», de Wolfgang AmadeusMozart.
Hacía tiempo que no veíamos dirigiendo al maestro Toro (no estaba en el país) y nos causó una impresión muy positiva verlo convertido en conductor seguro en lo rítmico, estudioso y con personalidad.
La Iglesia Santa Elena tiene muy buena acústica y el concierto satisfizo a las más de 400 personas que llenaban la sala.
La excelente orquesta sonó bien balanceada y con tono grato, respondiendo con disciplina a las indicaciones del director invitado.
El concierto abrió con la obertura de Mendelssohn, que cuenta el triste resultado del experimento de la ninfa Melusina para humanizar su existencia.
Fue seguida por el «Concierto Nº 5 para violín y orquesta en La mayor», de Mozart, donde la solista fue la joven Natalia Cantillano. Mozart tenía veinte años cuando escribió en pocos meses cinco conciertos para violín solista, que muestran a un genio impetuoso que con imaginación entrelaza y adorna bellas melodías.
Natalia Cantillano demostró haber estudiado a fondo este quinto concierto captando muy bien todas sus características con técnica loable, logrando que el público la premiara con sostenidos aplausos.
La segunda parte se inició con el estreno nacional anunciado, «Vista a la casa de Ives» de Juan Pablo Abalo.
El director Toro presentó la obra orquestal, expresando que trataba de reflejar la atmósfera de la casa en que vivieron los antepasados del compositor norteamericano Charles Ives (fallecido en 1954), varios de ellos con antecedentes musicales. Juan Pablo Abalo ha construido algo parecido a «La pregunta sin respuesta» del músico referido, en que una trompeta solitaria hace una breve pregunta que nadie responde. Aquí la orquesta va en notas grandes y sostenidas, como un pedal que sostiene durante diez minutos. Al final se oye una trompeta lejana. Es una especie de minimalismo meditativo bien construido, de sonoridad lánguida y valiosa.
Mérito del director, quien al conocer bien la obra guió con seguridad a los capacitados instrumentistas.
El programa cerró con la poco conocida suite «Pelleas et Melisande», de Jean Sibelius, basada en el texto de Maurice Maeterlinck. Más famosa es la obra homónima de Gabriel Fauré o la de Arnold Schoenberg.
El argumento es complicado y el director estimó necesario darlo a conocer al auditorio. Es una ayuda que siempre se hace antes de comenzar la suite, pero aquí el discurso musical fue interrumpido cada tres o cuatro minutos por explicaciones verbales de Toro, cortando el discurso musical. No fue una buena idea y la obra de cierre , que podría haber recibido una hermosa interpretación, resultó ser lo menos logrado de una interesante noche.