NOCHE DE TRIUNFO PARA LA FILARMÓNICA.

SIBELIUS Y SHOSTAKOVICH CON LATHAM-KOENIG.

No cabe duda que el rendimiento de una orquesta, está directamente relacionado con el director que tiene al frente, obteniéndose resultados óptimos cuando el conductor tiene la experiencia necesaria, como para conseguir de sus músicos resultados artísticos del más alto nivel.

La afirmación, tiene que ver con la presencia de Jan Latham-Koenig en el podio de la Orquesta Filarmónica de Santiago, en los dos últimos conciertos, ocasiones en las que ha logrado soberbios resultados.

Jan Latham-Koenig. foto radiowroclove

En esta oportunidad enfrentó dos obras de gran dificultad, tanto en lo técnico, como en su fondo estético, en las que no basta solo con armarlas, o marcar alguna inflexión o fraseo, pues es preciso adentrarse en aquellos mensajes, que los autores dejaron casi encubiertos.

En este aspecto, es que creemos que Latham-Koenig obtuvo un rotundo triunfo, al desentrañar las claves de las dos obras, que a pesar de sus diferencias, las envuelve una cierta atmósfera oscura y trágica.

Jan Sibelius. foto dustofhue

El “Concierto para violín y orquesta en Re menor, Op. 47” de Jan Sibelius, que bien podría ser una síntesis de su lenguaje musical, es uno de los más complejos en cuanto a técnica e interpretación, no basta con ser un buen instrumentista, hay que ser un excelente intérprete; afortunadamente el estadounidense Elmar Oliveira, reúne los atributos necesarios como para abordar con el mayor éxito la compleja partitura.

Latham-Koenig y Oliveira actuaron en perfecta sintonía, salvando los múltiples escollos con la sabiduría propia de quienes están acostumbrados a actuar juntos (algo que no es así), bastando mínimos gestos para entender cambios de tempo o carácter, que abundan en la obra.

Oliveira posee un poderoso y hermoso sonido, que pone al servicio de la obra, frasea en forma impecable, dobles cuerdas y armónicos sorprendentemente perfectos, con expresividad y musicalidad con las que rinde a los oyentes.

Elmar Oliveira. foto sheratonmall

Desde el inicio, se percibieron naturales las transiciones melódicas y dinámicas, con pianísimos de la orquesta de impresionante belleza, con peso sonoro, siempre acorde con el sonido del solista

Muy hermoso y expresivo fue el sonido de las maderas al inicio del segundo movimiento, que invita al expresivo “canto” del violín, en un juego de contrastes dinámicos y de carácter muy bien resueltos.

El obsesivo esquema rítmico del tercero, fue la base para las mayores proezas de Elmar Oliveira, quien con poderoso sonido, acometió cada uno de los enormes desafíos de la partitura, no podemos dejar de señalar la claridad de los diálogos solista- orquesta, rivalizando en la perfección. A las ovaciones, el solista respondió con un sensible y hermoso fragmento de Bach.

Luego la orquesta consiguió  otro triunfo total, en una noche espléndida para la Filarmónica, al interpretar de Dmitri Shostakovich la “Sinfonía N° 7 en Do mayor Op. 60”, llamada “Leningrado”.

Dmitri Shostakovich. foto maxinefrost
Adolfo Hitler. foto wikipedia

Se podrá discutir mucho, sobre el “programa” de la sinfonía, si es patriótica o política, pensamos que la discusión, se vuelve estéril ante la grandiosidad y potencia de la música, que por si sola es capaz de crear un “programa” para cada auditor, debido a que, con el perdón de algunos puristas, la partitura está más allá del ejército nazi sitiando Leningrado, o de los alegatos contra la dictadura de Stalin.

José Stalin. foto elortiba

Shostakovich, creó música que llega directamente a lo más sensible de los auditores, haciéndole intuir un mundo donde los conflictos parecen superar con mucho, la capacidad del hombre de enfrentarlos, hay momentos apabullantes, de angustia, y pocos de esperanza, incluso, en esa aparente sensación de victoria que podría dejar el último movimiento.

Latham-Koenig, mostró el más acabado conocimiento de la obra, haciendo aflorar todas aquellas voces, sensibles, aterradoras, o a veces esperanzadoras, pero por sobre todo, con una especie de angustia latente, para ello contó con una orquesta, en la que cada músico entregó lo mejor de su profesionalismo y musicalidad.

Cada solo, los poderosos tutti, cambios de carácter, así como los contrastes dinámicos, daban la sensación de estar escuchando una grabación, eso en lo técnico, porque en el mensaje subyacente, el director logró conmover profundamente al público de la segunda función, que no se cansó de ovacionar una de las mejores presentaciones de la Filarmónica de los últimos tiempos.

Gilberto Ponce. (CCA)

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