SALZBURG CHAMBER SOLOISTS.
En la inauguración de la Temporada Fernando Rosas de la Fundación Beethoven, se presentaron los Salzburg Chamber Soloists, que tienen reconocida fama internacional.
Fama de la que dieron cuenta, al mostrar un sólido y hermoso sonido, claro eso sí, obteniendo su más claro éxito, en las obras escritas originalmente para su agrupación, esto es, una orquesta de cuerdas, que precisamente fueron las que abrieron y cerraron su presentación; pensamos que en el caso de los arreglos para cuerdas, estos no logran entrar plenamente en el espíritu y la sonoridad original, para la que fueron escritas.
El Adagio y Fuga para cuerdas K. 546, de Wolfgang Amadeus Mozart, dio cuenta de su sólido sonido, aunque podamos diferir un tanto de las articulaciones utilizadas, que se opusieron con el estupendo manejo de los contrastes dinámicos.
Continuaron con un arreglo para orquesta de cuerdas -cuyo autor no se consignó en el programa-, del bellísimo y lírico Concierto para piano Nº 4 de Ludwig van Beethoven, que fue interpretado por Andreas Klein; tal vez este arreglo funcione con una orquesta de cuerdas más numerosa, ya que a pesar de la experticia de los intérpretes, su reducido número, no logra resolver las sonoridades de maderas, bronces y timbal.
Si bien Andreas Klein, mostró gran dominio de la obra, su interpretación la encontramos un tanto distante en lo expresivo, haciendo excesivo uso del pedal, y permitiéndose libertades de pulso y tempo, que condujeron inevitablemente a desajustes con la orquesta, su interpretación de las cadenzas, tendió al brillo virtuoso, sin los necesarios contrastes.
Pensamos que el Andante, fue lo mas logrado de esta obra, aquí Klein logró mayor expresividad; en el tercero Rondó, los continuos cambios de pulso del pianista, produjeron demasiados desajustes con la orquesta, pero la belleza de la obra, arrancó entusiastas aplausos.
En el arreglo de S. Gürtler, para el Preludio de Tristán e Isolda de Richard Wagner, los músicos mostraron una enorme sutileza en el manejo dinámico, con una dinámica en pianissimo de gran belleza, tanto como en su interesante progresión dramática.
Finalizaron con una de las obras fundamentales del siglo XX, hablamos de la Noche Trasfigurada de Arnold Schoenberg, que sin duda alguna dio cuenta de la calidad del conjunto, el manejo de los contrastes dinámicos fue de exquisita finura, llegando a cotas expresivas notables, haciendo comprender mejor el contenido emocional, del poema en que se inspiró Schoenberg para su composición.
Los aplausos llevaron a la orquesta a ofrecer dos encore, primero el inevitable Piazzolla, finalizando con una deliciosa obra brasilera, que fue acompañada en pandereta, mientras la bailaba graciosamente Moisés Irajá Dos Santos, que levantó en ovaciones al público.
Gilberto Ponce. (CCA)