TALLIN SINFONIETTA.
Sensaciones un tanto encontradas nos deja la Tallin Sinfonietta, que se presentó en el marco de Temporada Internacional de Conciertos Fernando Rosas, de la Fundación Beethoven, que se desarrolla en el Teatro Municipal de Las Condes.
El conjunto presentó obras de seis compositores, de diversas épocas y estilos, es sólido, muy afiatado, estupenda afinación –se trata de una orquesta de cuerdas-, no obstante encontramos que en cuanto a expresividad, resulta un poco distante.
Hay ocasiones en que la variedad de repertorio, cautiva sin más al público, en esta ocasión, creemos que la mezcla no fue la más acertada, al programa le faltó una mejor progresión, pues no basta con alternar estilos, por bien que estos se enfoquen en cada obra.
A nuestro parecer el mayor éxito fue logrado en la interpretación de los dos Divertimentos de Wolfgang Amadeus Mozart (en Re mayor K. 136 y en Fa mayor K. 138), que abrieron y cerraron su presentación.
Ambos fueron certeros en estilo, de gran precisión en las articulaciones, hermosos fraseos, y en particular observando notablemente la expresividad clásica; incluso nos atrevemos a decir, que estas obras parecen encantarles particularmente.
Fueron geniales en los alados movimientos rápidos, sin perder nunca la claridad melódica, tanto como muy expresivos en los movimientos lentos; el público aplaudió sin reservas ambas versiones.
Luego del compositor ruso Alexander Knaifel, muy poco conocido en nuestro país, se escuchó “Molitva” para cuerdas, obra que al parecer es un trabajo sobre el Salmo 50, inspirado en la música litúrgica ortodoxa.
El trabajo es de carácter elegíaco, utiliza fragmentos atonales, que parecieran llevarnos a los caminos del expresionismo, de la obra destacaremos los sensibles “piano” y los sutiles diálogos, que conducen al final en las cuerdas bajas.
La versión del Concierto para clavecín y cuerdas
en Fa menor BWV 1056 de Johann Sebastian Bach, con Felipe Nabuco-Silvestre como solista, sorprendió por varias razones, primero el inusitado poco volumen sonoro del instrumento, que obligó a las cuerdas a tocar todo pianissimo, luego los tempi de los movimientos extremos, excesivamente lentos, que termina por desdibujarlos, el movimiento central en cambio, fue de serena y expresiva belleza, en particular porque el sonido del clavecín, se percibió con nitidez
El bellísimo “Adagio” para cuerdas de Samuel Barber, fue a nuestro parecer demasiado contenido, restándole la expresividad necesaria, aunque rescatamos los fraseos que destacaron claramente el tema central.
Luego el clavecinista Felipe Nabuco-Silvestre, volvió al escenario, para interpretar del brasilero contemporáneo Lindembergue Cardoso su «Voo do Colibrí» (vuelo del
colibrí), obra muy efectista, que mezcla desde el más franco atonalismo, hasta atisbos de folklore, todo en medio de contrastes dinámicos, otorgando momentos de un cierto virtuosismo al clavecín; la obra logra entusiasmar por su galería de contrastes.
Muy hermosa es la “Elegía” del estonio Villem Kapp,
estructurada en un lenguaje neorromántico, la versión logró conmover.
Finalizaron con el ya comentado Divertimento en Fa mayor de Mozart, que provocó tal entusiasmo, que los visitantes se vieron obligados a ofrecer como encore, la tercera parte de una obra llamada “Action, Passion, Illusion”
del compositor estoniano Erkki-Sven Tüür (1959), quien no solo se ha dedicado a la música docta, pues ha sido también un connotado rockero; esta Illusion es una obra contemporánea de fuertes contrastes rítmicos, que mostró muchas de las bondades que posee la “Tallin Sinfonietta”, que actúa bajo la dirección de la estupenda concertino Sigrid Kuulmann Martin.
Sin llegar a deslumbrar, este conjunto estoniano logró conectar a nuestro público, con el quehacer musical de los países nórdicos
Gilberto Ponce. (CCA)