MOZART PIANO QUARTET EN LA FUNDACIÓN BEETHOVEN.
El octavo programa de la Temporada Internacional Fernando Rosas, que se realiza en el Teatro Municipal de Las Condes, consultó la presentación del afamado Mozart Piano Quartet, conjunto que destaca por una sólida musicalidad, que se aprecia en cada una de sus impecables versiones, tanto como en su férreo afiatamiento, en el que cada intérprete pone todo su talento al servicio del conjunto, y por ende de las obras.
Aunque ninguno pretende protagonismo, es preciso destacar a Paul Rivinius el pianista, que al menos en las dos primeras obras tiene un rol preponderante, demostrando su certera digitación, apabullante técnica y expresividad.
El resto Mark Gothoni violín, Hartmut Rohde viola y Peter Hörr violonchelo, exhibe extrema prestancia en sus interpretaciones.
El programa, poco usual, se inició con una hermosa versión del Adagio y Rondó Concertante para cuarteto con piano de Franz Schubert, donde mostraron perfectos diálogos entre el piano y las cuerdas, obra que a ratos bien se puede asimilar a un lied, particularmente en la sección lenta.
Las cuerdas realizan un hermoso juego melódico, que tiene como base lo expuesto por el teclado, al que se exige un desafiante desarrollo en el Rondó, que a su vez posee un ritmo cercano a la danza.
Con una obra temprana de Ludwig van Beethoven, cerraron la primera parte, nos referimos al Cuarteto con Piano en Mi bemol Op. 16, estructurado en tres movimientos.
Una vez más en esta obra, el piano juega un papel muy importante, evidenciando que su autor fue un gran pianista, aunque es evidente que existe una preocupación mayor por nivelar los roles.
En el mostraron intencionalidad expresiva, contrastes y gracia en su primer movimiento. Luego muy lírico fue el Andante cantábile que sigue, que está envuelto en un carácter melancólico, a ratos sombrío.
El Rondó final, mezcló su ambiente de júbilo con ajustados fraseos, mientras que su transparencia conquistó plenamente.
En la segunda parte y final, interpretaron el Cuarteto con Piano Nº 3 en Do menor Op. 60 de Johannes Brahms, obra introvertida y de carácter profundamente pesimista, que resume una de las ideas o características más recurrentes del romanticismo, «el suicidio» como última solución, no en vano a este cuarteto se lo denomina Werther, que es el protagonista de la novela del mismo nombre, que escribiera Goethe; se dice además que el mismo Brahms, habría dicho “ Imagina a un hombre que está a punto de volarse la cabeza, porque no hay nada más que hacer”, este solo comentario basta para entender el halo de pesimismo, que incluso llega hasta lo críptico.
Por ello es que creemos que la versión se ajustó plenamente al propósito, fue severa, sin desbordes de falso sentimentalismo, se remitieron a mostrar las grandes interrogantes de la existencia, que requieren solo de serena entereza, para enfrentarlas.
Ya en su oscuro inicio se vislumbra su compleja estructura, en el que expone una abigarrada polifonía, que casi roza el expresionismo, todo a través de una forma muy abierta.
En extremo virtuoso fue el Scherzo que sigue, caracterizado por una gran y serena expresividad.
Un expresivo y hermoso solo de violonchelo, antes del ingreso del resto de las cuerdas, da inicio al Andante, que incrementa su desgarrador ambiente.
El final plantea un complejo desarrollo para el piano, tanto como en sus diálogos con el resto de las cuerdas, a estas alturas las dificultades casi extremas, fueron resueltas en forma impecable por los visitantes.
Los aplausos fueron tales, que se vieron obligados a ofrecer como encore una Pequeña Serenata de Richard Strauss, ratificando todos los valores expuesto durante el desarrollo del concierto.
Gilberto Ponce. (CCA)