FARSA DESATADA EN ENTRETELONES OPERÁTICOS.
Con mucha razón se dice que, cuando una persona es capaz de reírse de sí mismo, y aún más, reírse de su propio oficio, estamos frente a alguien, que se encuentra en suficiente paz interior, como para tomar distancia de su propia importancia, analizándola con guiños de humor.
Es precisamente esto, lo que hace Gaetano Donizetti, en su farsa operática Le Convenienze ed Inconvenienze Teatrali, en la que plasma todo el cominillo que se vive en los ensayos, de aquello que llamamos, la síntesis de todas las Artes, esto es la Ópera.
Burlándose, no solo de sus dificultades con los divos, y sus desmedidas exigencias, tanto como el tener que adecuarse a los pedidos de libretistas y empresarios, por último, las envidias entre aquellos que componen el elenco.
Donizetti, es experto en concertatos, aquí los multiplica, en boca de todos los intérpretes, logrando hilarantes grupos donde nadie, queda sin exigir algo; por supuesto como buen belcantista, una aria de la prima donna, da cuenta de su oficio, tanto como en el manejo de los eficaces coros; y como si lo anterior fuera poco, nos introduce en un verdadero campo minado, el de los cantantes que desafinan, con los que muchas veces debió, sin duda luchar.
Así también, consideremos que en este tipo de obra, al igual que en El Murciélago de Strauss, está permitido la introducción de fragmentos de otras obras, así como citar algunas propias.
Pues bien, todos estos elementos, componen una ópera, la que sin llegar a ser una obra maestra, la convierte en un entretenido y jocoso divertimento musical, que cautiva al público, permitiéndole invadir el “mundo secreto” de los ensayos de una ópera, todo en clave de comedia, aunque muy cercano a la realidad.
Una vez más Miryam Singer, se encarga de la producción, en cuanto a règie, escenografía, vestuario e iluminación, con acertados guiños a los films “Doctor Insólito” de S. Kubrick, en el caso de El tenor alemán, y a “Ensayo de Orquesta” de F. Fellini, en los esbozos de rebelión de la compañía; perfila cada personaje, según sus intereses -la mayoría de ellos egoístas-, pero no solo eso, soluciona todos sus movimientos, en forma clara y coherente, obteniendo un logro mayor en la escena final, de gran belleza visual, en su clasicismo decimonónico, e hilarante en su desarrollo dramático.
La orquesta, que no solo toca, también interviene desde el foso, en algunos reclamos, fue dirigida por Eduardo Browne, que manejó tanto planos sonoros, como la concertación general, incluidos los endemoniados concertatos, en forma clara y musical.
El elenco, fue encabezado por la casi insoportable Corilla (prima donna), llena de mañas, enojos e insufrible divismo, por la soprano Marcela González, que asumió su aria, con aplomo y seguridad, y con estrictez cómica los fragmentos de otras, donde debe desafinar. Su marido Procolo, fue el solvente barítono Matías Moncada, delineando a su inseguro personaje, que vive a través del éxito de su esposa; fue divertidísimo en la escena final.
Luigia, la aspirante a prima donna, fue cantado y actuado estupendamente por Yaritza Véliz, consiguiendo una ovación, en su aria de La Boeheme, que canta sobre el piano.
Eleomar Cuello, barítono cubano, cantó como Ágata, la madre de Luigia, creando un personaje lleno de matices e histrionismo, en un rol que debe ser cantado por un hombre, al tiempo que actuar como caprichosa mujer; su escena final, cuando se niega a cantar como “esclava” porque ella, no puede ser otra cosa que una “reina”, fue genial.
La soprano Andrea Betancur, ha dado siempre muestras de ser excelente actriz, aquí como la “soprano frustrada”, que no alcanza el sitial que ella cree merecer, confirma sus dotes bufo-dramáticas, su logro mayor fue el estupendo y cómico dúo de Ana Bolena e Isabel I.
Sergio Jarlaz, además de cantar muy bien, posee unas dotes de comediante del mejor nivel, las que aprovechó estupendamente, en su personaje del mediocre y autosuficiente “Tenor alemán”, hizo estallar risas, con el aria donde, su brazo derecho, como en un tic, insiste en el saludo nazi, mientras trata él, trata inútilmente disimularlo.
Con poderosa voz, y segura actuación, lo hizo David Gáez, encarnando a Biscroma, el compositor, mostrando muy bien la dualidad de sentimientos frente a sus cantantes, en su desesperación por poder terminar su proyecto operático.
Un poco más discreto fue Rodrigo Quinteros, como el libretista, claro está, que Donizetti, no le otorga demasiada importancia musical al rol.
La experiencia de Rodrigo Navarrete, le otorgó al “Empresario teatral”, toda la prestancia actoral y vocal requerida por su papel.
El resto de los roles, incluido el pianista (Juan Edwards) representándose a sí mismo, cumplieron con profesionalismo y gracia, tanto como el estupendo coro, cuyo director no consigna el programa.
Una farsa operática, que encanta, y es a la vez una magnífica oportunidad para los nuevos públicos de iniciarse en la ópera, como lo era gran parte de los espectadores, que aplaudieron sin reservas, esta producción, presentada bajo el auspicio de la Municipalidad de Las Condes, que viene realizando un valioso aporte a la ópera, al apoyar entusiastamente estas importantes iniciativas.
Gilberto Ponce. (CCA)