CUARTETO ANDRÉS BELLO EN EL GAM.
La música de cámara, es un género que requiere -si se pretende la excelencia-, de estudio constante y acucioso, teniendo luego como resultado, interpretaciones maduras, musicales y en estilo.
Estas son las características que se observaron, en el magnífico concierto que ofreció el Cuarteto Andrés Bello, que pertenece al CEAC, conjunto compuesto por cuatro excelentes músicos de la Orquesta Sinfónica de Chile, ellos son Esteban Sepúlveda y Héctor Viveros en violines, Claudia López en viola y Nicolás Benavides en violonchelo.
Esta agrupación se ha distinguido, desde su fundación por lo acertados e innovadores programas, que enriquecen el acervo cultural, constituyéndose en uno de los pilares de la extensión de la Universidad de Chile.
En esta ocasión, y ante un público expectante, entre los que se contaban los maestros Juan Pablo Izquierdo y Maximiano Valdés, el conjunto ofreció un programa, que fue justamente ovacionado, por la exquisitez y su excelencia.
Teniendo como invitada, a la estupenda pianista Svetlana Kotova, el programa se inició, con el Quinteto con piano de Enrique Soro, uno de nuestros compositores más clásicos, que lamentablemente no se incluye con frecuencia en las programaciones.
La obra es de una belleza arrebatadora, con un depurado lenguaje romántico, al tiempo que presenta una buena cantidad de desafíos a los intérpretes, los que en diferentes momentos, son exigidos en gran medida.
La versión, fue una muestra de madurez, demostrando la seriedad con que enfrentaron su preparación, por ello es que, a lo largo de la versión, se rescataron todos sus valores musicales, destacándose el original lenguaje propio de su autor, que a pesar de lo romántico, no es posible asimilarlo al estilo de otro compositor.
Destacaremos el lírico vuelo expresivo de su primer movimiento, donde el piano, es el eje de esta parte, encontrando en Svetlana Kotova, solo excelencia interpretativa; sus diálogos con las cuerdas, tanto como las progresiones, fueron de enorme solidez; su final en dinámica piano, fue una genialidad de interpretación.
Las cuerdas presentan el tema central, en el bellísimo segundo movimiento, mientras el piano ahora responde el diálogo. Graciosos diálogos del teclado con las cuerdas, caracterizan el tercero, donde introduce juegos rítmicos de creciente interés, el trío del movimiento, es sensiblemente lírico.
Muy apasionado es el cuarto, donde se distingue un hermoso diálogo entre el violín II y el piano, en su inicio, luego en el desarrollo, manejaron exquisitamente contrastes, fraseos y articulaciones, otorgando e esta parte un fuerte carácter; de más está decir el virtuosismo mostrado por cada uno de los intérpretes.
El público ovacionó la versión de este Quinteto, que por sus valores debiera estar en el repertorio, de grandes conjuntos de cámara.
En la segunda parte, se escuchó el famoso y no menos bello Cuarteto para cuerdas Nº 12, Op. 96 de Antonin Dvorak, más conocido como Cuarteto Americano; una vez más el conjunto demostró, el porqué se ha convertido en un referente de la música de cámara.
Desde el sensible y mágico inicio, para mostrar luego gran claridad en cada una de las voces, en un discurso coherente y musical, debido al manejo de fraseos y articulaciones, sin descuidar la pulcritud de los contrastes; su tema central, resultó simplemente entrañable.
Sensibles y emotivos fueron los solos del segundo movimiento, mostrando en cada sección del concierto, como cada intérprete, lo hacía solo en función de los demás, sin buscar inútil protagonismo.
Cambiaron el carácter en el tercero, por su planteamiento más popular, aquí destacaremos la sección pianissimo, de gran belleza.
De refinado virtuosismo, así como chispeante, fue el cuarto y final, con el contraste lógico de la sección central, de enorme sensibilidad.
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El público, no se cansó de ovacionar a este Cuarteto Andrés Bello, que demostró sin duda alguna, el porqué ocupa el lugar que tiene, entre los conjuntos de cámara de nuestro país.
Gilberto Ponce. (CCA)