SCHUMANN Y TRES COMPOSITORES CHILENOS EN LA SINFÓNICA.
El último concierto de la Temporada de la Orquesta Sinfónica de Chile, realizado el viernes 3 de septiembre, que fue conducido por Michal Nesterowicz, propuso un interesante contraste; tres compositores chilenos, en oposición al clásico romanticismo de Schumann.
Del mayor interés, resultaron las aproximaciones de Nesterowicz a los compositores nacionales, debido al enfoque musical mostrado por el director polaco, para cada una de ellas.
El estupendo resultado obtenido, evidenció una vez más la capacidad profesional del titular de la Sinfónica, al demostrar un acabado conocimiento de tres obras, cuyos lenguajes eran bastante diferentes entre sí.
Habíamos escuchado hace poco tiempo una versión bastante formal de “El huaso y el indio” de Juan Casanova Vicuña (1894 – 1976), en esta oportunidad el director sacó a luz, toda la riqueza de los contrastes temáticos, manejándolos con nitidez extraordinaria. La orquesta respondió musicalmente y con el excelente sonido al que ya nos tiene acostumbrados.
La “Sinfonietta (“senza timpani) de Federico Heinlein (1912 – 1999), es uno de sus primeros trabajos orquestales, en el que muestra bastante oficio en la orquestación. Su lenguaje se aproxima al expresionismo y su forma es bastante libre, dejando algunas pequeñas frases a cargo de instrumentos solistas en imitaciones con el resto, cada uno de ellos respondió de la mejor forma.
El segundo que recuerda el lenguaje de Bartok, se inicia con una cantabile frase del corno, sobre una base de pizzicato en las cuerdas, en general se trata de una sección tensa, pero muy expresiva, una vez más los solistas respondieron muy bien. El tercero a pesar de los contrastes y las dificultades instrumentales, nos pareció menos interesante que los precedentes. La versión fue limpia, cuidadosa y musical.
La “Suite Latinoamericana para orquesta” de Luis Advis (1935 – 2004) ha sido interpretada en múltiples ocasiones, y en muchas de ellas se opta, por una versión abiertamente popular, a veces efectista, debido a que recoge ritmos de varios países latinoamericanos, con profuso uso de la percusión.
En este caso Nesterowicz, le dio un enfoque cuidadosamente sinfónico, no por ello alejado de lo popular, destacaremos las musicales progresiones, los contrastes dinámicos y la finura de ciertos fragmentos, que descubrieron otros valores de la obra.
Interesante, fue el hecho de no haber perdido nunca el carácter popular de esta suite, que va desde lo festivo a la melancolía, pasando por ritmos de baile, o descripciones casi pictóricas.
El rotundo éxito, les obligó a repetir una de las secciones más impactantes.
Dejamos para el final, el “Concierto para violoncello y orquesta en La menor, Op. 129” de Robert Schumann, que permitió conocer al genial y joven solista polaco Bartosz Koziak, que maravilló por su musicalidad y solvencia técnica.
Este concierto contiene además de las dificultades para el solista, una no menor para la orquesta, cuyo discurso musical fragmentado de los movimientos extremos, obliga a la dirección a tener un férreo equilibrio entre las líneas melódicas del cello y la orquesta, este fue uno de los grandes logros de Nesterowicz, al lograr un concepto unitario en fraseos y expresividad.
Koziak es dueño de un hermoso y sólido sonido, afinación ejemplar y una musicalidad que se transmite desde su cuerpo al instrumento, la interacción solista- director, en cuanto a dinámica y expresividad fue total, incluso en las respiraciones entre algunas de las frases. La orquesta siempre atenta, jamás perdió musicalidad y sentido del todo en cada una de sus pequeñas intervenciones.
El segundo movimiento, que es muy unitario casi a la manera del lied (canción), permitió a Koziak desplegar su apasionada musicalidad, mientras la orquesta le acompañaba con sutil expresividad.
Un éxito absoluto, del distinguido y joven solista Bartosz Koziak y de la Sinfónica dirigida por Michal Nesterowicz, que fue premiado por interminables aplausos del público asistente.
Gilberto Ponce. (CCA)