BREVE TEMPORADA FILARMÓNICA.

DOS CONCIERTOS FILARMÓNICOS.

La Orquesta Filarmónica de Santiago, dio inicio a una breve temporada de conciertos, que se adecuó a las circunstancias de la pandemia, esto se traduce en realizar varias presentaciones de cada programa, puesto que en cada función, se debe respetar el aforo permitido para el público, y del mismo modo la orquesta, que para observar la distancia exigida entre los músicos, se ubica en buena parte de la platea, quedando otra sección con butacas para parte del público, el resto del aforo para palcos, balcón, anfiteatro, además de sillas ubicadas sobre el escenario, lo permite observar a la orquesta en 360 grados.

La acústica ha demostrado ser estupenda, permitiendo escuchar detalles muchas veces impensados, esta solución ha sido descrita por el público como muy satisfactoria, tanto en sonido como en lo visual.

En la presente temporada se han presentado solo batutas nacionales, permitiendo valorar los avances que estos directores muestran.

El primer programa fue dirigido por Francisco Rettig, con un repertorio que abarcó un estreno de una obra de Diego González un joven compositor nacional, quien ganó el concurso abierto por la orquesta, y cuyo premio más importante, consiste en la interpretación de la partitura por la Filarmónica, en uno de sus conciertos.

La obra se titula Cantos de la Noche, y está basada en una serie de poemas donde cada una de sus partes corresponde a uno de ellos. En verdad cuesta hacer la asociación entre los textos y la música, debido a la duración a veces muy menor de cada parte, por ello es que preferimos hacer un comentario general de la obra. Este se destaca por un cuidadoso estudio de timbres y texturas sonoras, que aprovechan la gran orquesta, para la que fue escrita. En ella encontramos esquicios melódicos y en un par de ocasiones, algunas de estos fragmentos se repiten, como en el número que una parte simula una fanfarria.

La versión de Rettig y la Filarmónica fue cuidadosa y entusiasta, pero su discurso tal vez algo discursivo, no provocó mayor entusiasmo en el público que respondió con cortesía respetuosa.

El hermoso y poco frecuente en nuestras temporadas, Concierto para Arpa, Flauta y Orquesta de Wolfgang Amadeus Mozart, que siguió con el programa, encontró en sus dos solistas Alida Fabris (arpa) y Carlos Enguix (flauta) unos espléndidos intérpretes, fueron de extrema musicalidad, gran despliegue técnico e impecables en su desarrollo, las cadenzas no solo fueron virtuosas, ya que les permitieron demostrar toda su potencialidad como instrumentistas.

Nos habría gustado que batuta hubiese correspondido a sus fraseos y articulaciones, pues encontramos que el acompañamiento fue amable y justo, pero bastante plano lo que impidió apreciar mejor las bondades de la orquestación. El público no escatimó en sus aplausos para ambos solistas, a los que se agregaron con entusiasmo los músicos de la orquesta, no olvidemos que ambos son miembros de la Filarmónica.

La celebérrima Sinfonía llamada “Del nuevo Mundo”, de Antonin Dvorak, cerró el atractivo programa, en ella Francisco Rettig, hizo valer sus pergaminos musicales, en una versión de muchos logros, que vinieron luego del formidable movimiento Lento, que fue un despliegue de poética y ensoñada musicalidad, tanto, que mantuvo en vilo al publico durante su interpretación, creemos que estuvimos en una de las mejores versiones que hemos escuchado en vivo de este movimiento.

El primero fue correcto, con algo de exceso sonoro de los bronces, de hermoso sonido pero con descuido en el balance, el tercero y cuarto con la certera batuta del director, permitió apreciar todas la bondades de sonoridad y musicalidad de la Filarmónica de Santiago. El público aplaudió sin reservas la versión.

EL REGRESO DE FISCHER A LA FILARMÓNICA.

Rodolfo Fischer el director chileno de una muy interesante carrera en el exterior, volvió a dirigir a la Filarmónica de Santiago, en un programa de gran interés, debido a lo contrastante de sus obras, ya que pudimos escuchar partituras de Leni Alexander una de las compositoras de mayor proyección en nuestro país y el extranjero, junto a obras de Joseph Haydn y Johannes Brahms.

Nos correspondió escuchar el primero de los conciertos, razón por la cual creemos que en funciones posteriores se solucionarían algunas de las objeciones que encontramos en esta función.

La programación de esta temporada, y en un rasgo que la distingue, presenta en cada concierto una obra contemporánea, y generalmente de un compositor nacional, es así que ahora se pudo escuchar Equinoccio de Leni Alexander, obra cuyo estreno ocurrió en la década del 60 en el Teatro Colón y a fines de ella, le tocó el turno a Chile, donde Juan Pablo Izquierdo la dirigió a la Sinfónica.

La obra responde muy fielmente a la estética de esos años, en los que triunfaban sin contrapeso el dodecafonismo y el serialismo, tendencias que finalmente fueron superadas por otros movimientos más eclécticos, que mezclan lo moderno con lo más tradicional.

La versión de Fischer fue en extremo cuidadosa, con buen uso de contrastes, al tiempo que destacó algunos fragmentos, para darle un mayor sentido de continuidad, el público agradeció la entrega de la Filarmónica y su director.

Rodrigo Arenas, fue el gran triunfador de la velada con su interpretación del Concierto para Trompeta y Orquesta en Mi bemol mayor de Joseph Haydn. Con una versión solo puede ser calificada de magnífica en todo sentido.

Arenas, no solo posee afinación perfecta, su gran musicalidad le hace frasear con precisión y elegancia y su concepto responde al clasicismo más riguroso, haciendo uso preciso de las articulaciones y contrastes dinámicos. El acompañamiento de Fischer fue correcto, pero a nuestro juicio le faltó enfatizar fraseos y articulaciones que respondieran a lo que el solista planteaba; no obstante estas consideraciones, la versión consiguió las más entusiastas ovaciones del público, reconociendo el trabajo impecable de Rodrigo Arenas, que también es miembro de la orquesta.

La Sinfonía N.º 2 en Re mayor de Johannes Brahms que dio por finalizado el concierto, mostró un desarrollo de menos a más, con inicio algo dubitativo, que después mejoró notablemente en esamblaje y sonido orquestal, aunque creemos que a la batuta (algo extraño en Fischer) le faltó más compenetración romántica, y manejar mejor los equilibrios sonoros, en particular los bronces, cuya sonoridad opacó a las cuerdas en el primer movimiento.

El segundo movimiento mostró una mejoría importante, realzando lo lírico que lo caracteriza, en particular los diálogos entre familias instrumentales, nos pareció muy acertado que hacia el final de esta parte, se hiciera notoria aquella parte que recuerda fuertemente una sección de la segunda parte del Réquiem alemán del mismo Brahms.

El tercero mostró a Fischer plenamente empoderado de la versión, logrando sensible expresividad y muy hermoso sonido de la Filarmónica, este camino ascendente culminó con la espléndida versión del cuarto movimiento, en el que la orquesta brilló en hermoso y musical sonido, con fraseos, juegos dinámicos de gran factura, Rodolfo Fischer logró gran balance sonoro, pero sobre todo empapado del espíritu de Brahms.

El público respondió largamente con euforia, el notable trabajo.

Gilberto Ponce. (CCA)

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