ESTRENO DE AÑAÑUCAS EN EL BANCH.
El estreno de Añañucas por el Ballet Nacional Chileno, fue la ocasión para el debut de su nuevo director, el coreógrafo francés Mathieu Guilhaumon.
La obra, es una creación producto de la impresión causada en el joven Guilhaumon, al conocer la leyenda en torno a Añañuca, una flor de colores rojo y amarillo que crece en el Norte chico de nuestro país.
En este trabajo se aprecia el nuevo lenguaje y tal vez el estilo que impondrá el nuevo director a los bailarines del Banch, pero aún es demasiado pronto como para emitir una opinión más definitiva, sobre cual sería este.
Al menos en esta coreografía, es posible apreciar un énfasis y fuerte gusto por la contorsión cercana a lo gimnástico, que recuerda en algunos aspectos el lenguaje del coreógrafo chino Lin Hwai-Min en sus famosas «Cursivas”, asimismo existen aproximaciones a la danza clásica, síntesis que bien puede resultar de gran valor; no obstante pensamos -y solo por lo visto en esta Añañucas-, que todo está marcado por una falta de expresividad, los personajes parecen estar bailando danza pura, donde incluso la expresión facial es plana.
En todo caso, y como valor queremos reiterar la férrea disciplina que trasluce su trabajo, a la que los bailarines han adherido con firmeza.
Añañucas tiene a Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi, en un arreglo (recompuesta dice el programa) muy dispar de Max Richter, que enfatiza lo oscuro y dramático, algo escasamente presente en la obra original; Guilhaumon explica que escogió esta obra por su cercana relación con la naturaleza, pero esta relación se percibe solo en algunos momentos, sin que la música resulte un aporte sustantivo; la historia está basada en una leyenda, sobre la creación de la Añañuca, algo que no aclara lo suficiente la coreografía, aún más en el programa de mano, tampoco viene incluida, y suponer que el público debiera estar enterado de ella, no nos parece pertinente.
El diseño escenográfico y de vestuario es de Christelle Reboulet, quien crea un vestuario hermoso e igual para las mujeres, que podría simbolizar los botones de las futuras añañucas, en los varones este es más realista, pero demasiado plano; los cubos escenográficos que desplazan los bailarines, y que les permiten introducirse y trepar en ellos, son eficaces visualmente en algunos momentos, aunque su significado resulta a ratos reiterativo y poco eficaz.
La iluminación de Éric Paboeuf, tiene aciertos importantes, pero extraña que no rescate nada de la “luz” que baña el norte donde crece la Añañuca, salvo que plantee que todo es nocturno.
La leyenda trata de Añañuca una flor que nacida luego de la muerte de la “protagonista”, luego de ser enamorada y abandonada por un minero, quien la deja para partir en busca de oro.
En pos de una identidad para la compañía, Guilhaumon encarga a dos elencos variados roles, destacando el trabajo de Paola Moret como la muchacha, y Sebastián Keller como el minero, a quien se le otorga una destacada labor al inicio de la coreografía, este comienzo resulta muy prometedor, pero luego se diluye en una retórica danzística, que tiene algunos momentos visualmente muy logrados.
Consideramos prematuro evaluar el trabajo Guilhaumon, por ello esperaremos observar sus futuros trabajos.
Creemos importante que las autoridades del CEAC, hayan decidido nombrar un director titular, debido a que la experiencia de coreógrafos invitados, tuvo resultados dispares, incluyendo éxitos tan notables como el obtenido con “With every goobye” del inglés James Cousins.
Solo nos resta desear al Banch y a Mathieu Guilhaumon, el mejor de los éxitos.
Gilberto Ponce. (CCA)