NADINE SIERRA GOCE Y PASIÓN POR EL CANTO.
Simplemente estelar fue el debut en Chile y en el Teatro Municipal de Santiago, de la soprano estadounidense Nadine Sierra, a quien se la considera entre las mejores del mundo en este momento, y por lo tanto solicitada por los más importantes teatros del mundo, la que llegó gracias a la gestión de la Fundación Ibáñez Atkinson, institución de importantísima labor artístico cultural en nuestro país.
La soprano acaba de cantar con estruendoso éxito La Sonámbula de Bellini en el MET de New York, y tiene una intensa carpeta de presentaciones, llegó como parte de una gira sudamericana a ofrecer un recital con orquesta y también con piano, que abarcó gran parte de su nutrido repertorio.
La soprano Nadine Sierra durante la primera parte de su recital. foto Alberto Díaz
Ante un Municipal abarrotado se presentó junto a la Orquesta Filarmónica de Santiago dirigida por Constantine Orbelian y al pianista Bryan Wagorn, con un programa de tal envergadura que satisfizo ampliamente a todos los privilegiados presentes.
Sus magníficas condiciones vocales, le permiten cantar un repertorio muy diverso en estilos sin importar la tesitura, pues a sus espléndidos y seguros agudos contrapone timbrados graves, transitando con pasmosa seguridad en cualquier registro, con timbre cálido o brillante, de vibrato preciso, fraseos internalizados y articulando siempre de acuerdo a la partitura.
Estas son solo algunas de sus muchas virtudes vocales y musicales, a las que debemos sumar las personales, a su belleza agrega una natural simpatía con la que conquista a todos los que la ven y escuchan, porque en ella se reconoce un goce tan intenso por lo que hace, que transmite ese goce a los instrumentistas que la acompañan y por supuesto al público que a su vez goza tanto como ella.
La soprano durante otro momento del recital. foto Alberto Díaz
Canta cada obra como si fuera la única del programa, viviendo el personaje correspondiente, se desplaza naturalmente por el escenario y nunca pierde el contacto con el público, y con quienes la acompañan, nada estudiado, todo natural y espontaneo y siempre en complicidad con el director.
Luego de una vibrante versión de la Obertura de la ópera Norma de Bellini a cargo de una brillante Orquesta Filarmónica de Santiago vino el aria ”Ah, je veux vivre” de Romeo y Julieta de Gounod que le permitió mostrar su caudal vocal y el manejo exquisito de las coloraturas, que dio paso a Puccini con un aria de La Rondine “Chi il bel sogno di Doretta” en estupendo cambio de carácter.
El piano estaba dispuesto para que el pianista invitado Bryan Wagorn quien además es uno de los directores asistentes del Met, interpretara muy sensiblemente y en estilo el “Claro de luna” de Debussy, que permitió a Nadine un pequeño descanso.
Nadine Suerra, el pianista Bryan Wagorn y el director Constantine Orbelian. foto Alberto Díaz
Luego y con gracia y picardía genuinas se transformó en la protagonista de Don Pasquale de Donizetti con “Quel guardo il cavaliere… So anch´io la virtù magica” con lo que ya puso de pie para aplaudirla a parte del público.
Sería injusto no referirse a los estupendo resultados que el maestro Orbelian estaba consiguiendo de una impecable Filarmónica obligada a cambiar de estilo y carácter en cada obra.
Si citábamos los cambios estilísticos, vino otro más ahora con Mozart y sus Bodas de Fígaro, en la que la soprano fue exigida al máximo en tesitura con “Giuse alfin il momento…. Deh vieni non tardar” que le permitió lucir sus hermosos graves y sólidos agudos.
Finalizó la primera parte mostrando toda su enorme capacidad vocal y como intérprete, con tres fragmentos del final del primer acto de La Traviata de Verdi, “È strano…. Ah fors´é lui…. Sempre libera”, que cantó y actuó mostrando todas las dudas, temores y desgarros de la protagonista en forma electrizante, en una apabullante progresión dramática, en la sección final contó con la participación del talentoso tenor Cristóbal Alvarez, que cantó muy musicalmente desde fuera del escenario, a estas alturas el público la ovacionaba casi con locura.
Nadine Sierra durante la segunda parte. foto Alberto Díaz
Posteriormente en la segunda parte, el mismo pianista Bryan Wagorn la acompañó en “Melodía sentimental” de Heitor Villa-Lobos y en “Engenho Novo” de Ernani Braga, con toda la sensualidad y sentimiento brasilero con el que encendieron al público.
Volviendo con la orquesta y mostrando toda su belleza vocal y coloraturas, entregó “Caro nome” de Rigoletto de Verdi, dando luego paso a la orquesta que interpretó lúcidamente el “Intermezzo” de Manon Lescaut de Puccini, viniendo entonces “O mio babbino caro” de Puccini cantado sensible y expresivamente.
El contrabajista Marc André acompañando a Nadine en «Bésame mucho». foto Alberto Díaz
Finalizando con “Me llaman la primorosa” de la zarzuela de Gerónimo Giménez, El barbero de Sevilla, que no tiene que ver con la ópera de Rossini, cantado con toda la gracia popular de la península ibérica.
A las interminables ovaciones vinieron los encore, que fueron un agregado de lujo al combinar entre otros a Gershwin, Bernstein y para colmo y delicia del público una estupenda versión de “Besame Mucho” la canción de la mexicana Consuelo Velázquez, acompañada por su novio el contrabajista Marc André, con la que conmocionaron al público.
La presencia de Nadine Sierra marcó otro hito más, en una ya larga lista que acumula el Teatro Municipal de Santiago, con un espectáculo que superó ampliamente todas las expectativas, y que será recordado por largo tiempo.
La soprano Nadine Sierra, el director Constantine Orbelian y la Filarmónica de Santiago. foto Alberto Díaz
Gilberto Ponce (CCA)








