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RIESCO, MOZART Y ELGAR EN LA SINFÓNICA.

RIESCO, MOZART Y ELGAR CON LA SINFÓNICA EN LA GRAN SALA VM20.

(A raíz que el CEAC no registró fotografías de este concierto, las publicadas corresponden al concierto pasado)

“Variaciones” fue el título del concierto que continuó con la Temporada 2025 de la Orquesta Sinfónica Nacional, en su Gran Sala Sinfónica, que dirigió el inglés Andrew Courlay el que solo consultó tres compositores.

La Obertura Sinfónica del compositor chileno Carlos Riesco dio inicio a la jornada, en la obra escrita en 1948 se mezcla lo neoclásico con incursiones armónicas más avanzadas que le otorgan cierto equilibrio, sin llegar a extremos disonantes, la versión fue tan cuidadosa como formal y tuvo de parte de la orquesta una buena respuesta, con interés y sin mayores accidentes, pero no logró entusiasmar demasiado a los asistentes.

        El director Andrew Courlay dirigiendo a la Sinfónica Nacional la semana anterior. foto ceac

Continuaron luego con la hermosa Sinfonía N.º 31 en Re mayor, llamada París -pues allí se estrenó- de Wolfgang Amadeus Mozart, obra relativamente juvenil, en la que se aprecia su maestría sin eludir elementos de humor tan propios del carácter del compositor, incluso en una de sus cartas comenta el placer que le provocó la reacción de sorpresa del público, ante algunos cambios que introdujo que se apartaban de lo tradicional, sorprendiéndolos, tal como como él se lo propuso, algo que celebró tomándose un gran helado (Mozart por él mismo, cartas).

Pensamos que en general a la versión le faltó liviandad y transparencia y además las cuerdas, violines en particular, sufrieron los problemas acústicos aún no resueltos de la sala, por ello tuvieron poca presencia y en las secciones piano, casi desaparecen con el sonido de maderas y bronces, seguramente desde el podio el director escucha bien, al igual que en las primeras filas, pero se supone que la audición debe ser igual para cualquier ubicación.

No dudamos del interés de los músicos por dar lo mejor de ellos mismos, pero en necesario que se les ayude en ese propósito.

Creemos que al segundo movimiento le faltó elegancia, aunque fue musical y en el tercero las articulaciones de las cuerdas fueron extremadamente confusas, pero la belleza de la obra se sobrepuso, logrando una muy buena respuesta del público.

El director Anderw Courlay y la Sinfónica Nacional en el concierto anterior. foto ceac

Finalizaron con las complejas “Variaciones Enigma” de Edward Elgar llamadas así porque en la obra existe un tema o melodía principal que jamás se toca, además cada una de ellas representa la personalidad de algunos de sus muchos amigos.

La obra escrita para una gran orquesta, va desarrollando las variaciones que difieren en instrumentación y carácter  requiriendo por ello de un concepto muy claro de parte del director, para conseguir la unidad entre las diversa partes, es aquí donde encontramos la mayor virtud de Andrew Curlay pues logró dar esa unidad de fondo a las muchas formas, logrando una versión que no perdió nunca interés, consiguiendo una gran respuesta de los músicos que fue musical y con buen sonido, salvo algunas pequeñas estridencias en los bronces que habían tenido un excelente desempeño.

El público no escatimó en sus manifestaciones de aprobación por la versión de Andrew Curlay y la Sinfónica Nacional.

Gilberto Ponce (CCA)

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