HECHIZOS ROMÁNTICOS EN LA SINFÓNICA.
Su segundo concierto en la recién estrenada Gran Sala Sinfónica, realizó la Orquesta Sinfónica Nacional, una excepcional sala de conciertos que a pesar de sus palpables bondades, aún debe realizar ajustes acústicos para que el sonido de todas las familias de la orquesta, así como también que desde todos los lugares de ella, este llegue en similares condiciones.
Al finalizar el concierto incluso alguien preguntó si había menos violines, ya que se escuchan con poca presencia, al revés de los contrabajos que se escuchan perfectamente bien, por ello creemos que los ajustes de los plafones acústicos deben continuar trabajándose, no olvidemos que todos esperamos que el sonido de la sala, sea del mejor nivel.
El director Josep Caballá Domenech dirigiendo a la.Orquesta Sinfónica Nacional foto ceac
El director español Josep Caballé Domenech subió al podio a dirigir las tres obras que consultó el programa, que se inició con el poema sinfónico Una noche en el Monte Calvo de Modest Mussorgsky, que relata el encuentro de las brujas para uno de sus ritos, que se desarrollan en el citado Monte.
Obra de brillante orquestación y gran poder descriptivo llena de contrastes rítmicos, melódicos y de carácter, que siempre provoca gran entusiasmo entre el público precisamente por esas características.
Caballé Domench dirigió con bastante carácter, pero con un gesto no siempre claro, por lo ampuloso del mismo por ello creemos que a los músicos no les debe haber resultado fácil seguirlo, y tal vez esta sea la razón de algunos desajustes menores en algunas secciones particularmente en las maderas, en contrario trombones y tuba brillantes, mientras que continúa la poca presencia de la cuerda de violines, no obstante estos detalles no influyeron en el éxito de la versión, que el público aplaudió fervorosamente.
El solista Daniel Rowland interpretando el Concierto de Korngold foto ceac
En estreno para nuestro país se escuchó luego el Concierto para violín y orquesta de Erich Korngold, compositor cuya fama se sustenta en la escritura de música para el cine, no obstante tiene a su haber cuatro óperas, siendo la más famosa de ellas “La ciudad muerta” (Die tote Stadt).
En cuanto a la obra, se trata más bien un Concertante para violín y orquesta, con escasos momentos de verdadero lucimiento del solista.
En sus tres movimientos el concierto muestra una forma muy libre, a la vez que aparecen fragmentos que recuerdan fuertemente la música del cine, contrastados con otros un tanto divagatorios; llamó la atención que al finalizar el primer movimiento gran parte del público aplaudió con gritos incluidos.
El solista fue Daniel Rowland, quien sin poseer un gran sonido abordó la obra que no le permite un real lucimiento por lo grueso de la orquestación y que no otorga mayor relevancia al violín.
Nos habría gustado que como encore interpretara algo que permitiera apreciar su real capacidad como violinista, Bach o Paganini pero escogió un fragmento de otra obra de Korngold, un amable adagio acompañado de la orquesta.
Daniel Rowland, la Sinfónica y Caballé Domenech agradecen los aplausos, foto ceac
Finalizaron con las Danzas Sinfónicas de Sergei Rachmaninov, obra escrita en Estados Unidos en la que de alguna forma el compositor trae a su memoria dos mundos contrastantes de la Rusia que se vio obligado a abandonar, las melodías ancestrales tanto como el mundo ortodoxo ruso, que son aludidos de diversas formas durante la obra, y es en este aspecto donde creemos que Caballé Domenech no enfatizó lo suficiente, pasando muchas de esas alusiones casi desapercibidas.
El rendimiento de la orquesta fue disparejo e irregular particularmente en las maderas donde la flauta solista se destacó en sonido y musicalidad mientras el resto de la familia fue notoriamente dispareja, también destacaremos el sólido sonido y musicalidad en la intervención del saxofón alto en la primera danza.
En cuanto a la versión creemos que el punto más alto estuvo en la primera danza, como también se consiguió muy bien el efecto grotesco y fantasmagórico de la segunda, mientras que la tercera fue más rutinaria salvo en la sección final.
Creemos que los músicos pusieron lo mejor de ellos mismos durante la jornada, pero sin duda aún les falta acostumbrarse al nuevo espacio, el que hasta el momento ha resultado injusto para los violines en particular.
Sin duda que algunas de estas apreciaciones dejarán un mal sabor, pero creemos que tenemos la obligación de señalar aquellos aspectos que creemos redundarán en beneficio del sonido de la orquesta, no olvidemos que es la Sinfónica y en una sala que debe llegar a ser un referente de buena acústica, y aún están a tiempo de hacer todas las correcciones necesarias.
Josep Caballé Domenech dirigiendo a la Orquesta Sinfónica Nacional foto ceac
Gilberto Ponce (CCA)