SEGUNDA SINFONÍA DE GUSTAV MAHLER POR LOS CONJUNTOS DEL CEAC.
El viernes recién pasado la Orquesta Sinfónica Nacional, el Coro Sinfónico y la Camerata Vocal de la Universidad de Chile interpretaron en la Gran Sala Sinfónica la Sinfonía Nº 2 en Re menor de Gustav Mahler, sinfonía llamada Resurrección, debido a que utiliza el texto del poema del mismo nombre de Friedrich Gottlieb Klopstock, aunque es preciso aclarar que el texto original fue intervenido por Mahler, reemplazando las partes del final con algunas frases de él mismo, que lo convierten en una verdadera profesión de fe.
Se sabe que el compositor fue siempre muy inquieto en lo espiritual, por lo que no extraña que esto se vea reflejado en sus obras, es así que durante su vida tuvo acercamientos que fueron desde el judaísmo, por nacimiento hasta el cristianismo pasando por el panteísmo, aspectos que de alguna forma se ven reflejados en varias de sus sinfonías, esta es la razón por la que es necesario profundizar en el contexto en que fue escrita la obra, para adentrarse en el espíritu propuesto por Mahler, propósito no tan sencillo de lograr, para evitar quedarse en lo externo, que por más brillante que sea, solo refleja una parte de ese espíritu.
El director Ira Levin dirigiendo a la Sinfónica Nacional, foto Jacqueline Uribe
En esta ocasión la versión fue dirigida por el maestro estadounidense Ira Levin quien cuenta nutrida y exitosa carrera tanto como pianista y director, razón por la que se crearon grandes expectativas sobre este concierto, pero a veces hasta las grandes estrellas tienen días menos buenos, y al parecer esta presentación fue uno de esos, solo se pueden especular razones, que no viene al caso describir.
La versión dejó muchas dudas en cuanto al enfoque general que el director tiene sobre la obra, tanto como de la interpretación de la orquesta, solistas y en menor medida el coro.
Es así que esta resultó sin tensión interior, con muchos momentos flojos y bastante poco expresiva, creemos que no basta con forte o piano, le faltaron progresiones expresivas y dinámicas, mientras la batuta al parecer solo marcaba tempos, pulsos y entradas, con fraseos dudosos y articulaciones disparejas, se podría pensar que tal vez los ensayos fueron insuficientes para aclarar detalles, muchos de ellos fundamentales.
Esta falta de tensión terminó por relajar a buena parte del público, que comenzó a moverse, bostezar y algunos a filmar secuencias en sus celulares, incluso esta inquietud llegó hasta algunos miembros del coro.
Ira Levin, la Sinfónica y los Coros Sinfónico y Camerata Vocal (en penumbras). foto Jacqueline Uribe
Además creemos que hubo ausencia, del fundamental gran arco expresivo que va desde el inicio hasta el final, en ese continuo unitario que en sus muchas diferencias, establece una férrea unidad, debemos recordar que a estos mismos conjuntos le hemos escuchado versiones extraordinarias, por ello nuestra sorpresa ante esta versión, que además estuvo bastante lejos de la expresividad que Mahler requiere.
Contaron como solistas a la mezzosoprano Javiera Barrios y la soprano Camila Romero junto al Coro Sinfónico y la Camerata Vocal ambos de la Universidad de Chile dirigidos por Juan Pablo Villarroel.
Pensamos que las solistas tienen potencial, pero aún están alejadas de las exigencias vocales y expresivas de una obra de esta envergadura, pensamos que el “Urlicht” (Luz primigenia) de la mezzo fue cantado muy inexpresivamente, alejado del espíritu del texto, y en el movimiento final donde se incorpora la soprano, sus voces tendieron a perderse en medio de la textura instrumental y coral.
Los Coros respondieron bien en las secciones forte, particularmente en expresión, en contrario en los piano les faltó sustento vocal y cosa extraña en la cuerda de bajos hubo imprecisiones de afinación, aspectos que se contrarrestaron con partes de gran belleza vocal.
Esta obra y sus requerimientos bastante importantes en cuanto a instrumentos y voces dejó en evidencia la urgencia de efectuar ajustes en los paneles acústicos, en particular para los violines, que son lejos los más desfavorecidos, ya que a pesar del evidente esfuerzo y entusiasmo que ellos exhiben en su trabajo, el producto sonoro que llega a la sala no corresponde a su profesional desempeño, en las partes piano son sobrepasados por las otras familias, es así que los pizzicato fundamentales en secuencias importante apenas se escucharon, como también perdió relevancia el musical solo del concertino. Creemos que la musicalidad de las cuerdas, merece esos ajustes.
Una parte de los Coros Sinfónico y Camerata Vocal. foto Jacqueline Uribe
Las maderas fueron bastante irregulares a secciones de bello y musical sonido se contrastaron con otros bastante descuidados, el talentoso solista en flauta que maravilló en el movimiento final, tuvo en otros movimientos menor éxito, más parejo fue el corno inglés.
Las fanfarrias de los bronces del movimiento final, tuvieron mejor fortuna las realizadas dentro del escenario, las de fuera sufrieron de notables desajustes. El resto de los bronces con frases brillantes y musicales y otras estridentes y en más de alguna ocasión con desafinaciones de alguno de ellos.
Las solistas Javiera Barrios mezzosoprano y Camila Romero soprano. foto Jacqueline Uribe
La percusión bastante bien, particularmente el timbal principal, pero en ocasiones gran cantidad del resto, parecieron estar desalineados de la versión, la batuta no contribuyó demasiado en solucionarlo, no obstante a las consideraciones anteriores, toda la sección final en su apoteosis hizo olvidar gran parte de las fallas anteriores, debido a que todos los intérpretes se superaron ampliamente, provocando el delirio del público, pero la sinfonía sin duda es mucho más que la parte final.
Confiamos en que la repetición del día siguiente haya mejorado de manera sustantiva, no solo por el público, esencialmente por Mahler, la obra y para responder a la reconocida calidad de sus intérpretes.
Los directores Juan Pablo Villarroel, Ira Levin y todos los intérpretes agradecen ovaciones, foto Jacqueline Uribe
Gilberto Ponce (CCA)







