LA SINFÓNICA NACIONAL Y TRES MUNDOS SONOROS.
Con una nueva disposición en el escenario, la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile enfrentó el último programa en su nueva sala, y a decir verdad esto tuvo un efecto acústico bastante favorable, por ejemplo los violines recuperaron más presencia, pero creemos que aún se requieren ajustes, para equilibrar el sonido de todas las familias, como así también para el piano, pues en las dos ubicaciones en que le hemos escuchado, este ha sido bastante insuficiente, sabemos que solucionar este tipo de problemas no es sencillo, pero hacerlo es fundamental para que la sala tenga la sonoridad acorde a la inversión realizada en su construcción.
“Tres mundos sonoros” fue el título escogido reflejando los estilos de los tres compositores del programa, Beethoven, Ahumada y R. Strauss, siendo dirigido nuevamente por el maestro Josep Caballé Domenech.
El maestro Josep Caballé Domenech dirigiendo a la Sinfónica. foto ceac
La Sinfonía N.º 8 en Fa mayor de Ludwig van Beethoven abrió el concierto, obra en la que el compositor vuelve en cierto modo al estilo clásico de sus inicios, algunos aseguran que lo hizo así como homenaje a Johann Maelzel, inventor del metrónomo, quien además habría sido su amigo, este artefacto que sirve para medir pulsos y tempo en la música, fue bastante utilizado por Beethoven en sus partituras, incluso hasta le habría escrito un canon “Aus liebe Tata Maelzel”, melodía que introduce como eje del segundo movimiento, con su obsesivo “ta ta ta”.
La versión se ajustó al estilo, y los pequeños desajustes solo los podemos atribuir al gesto poco preciso del director y a que tal vez al hecho que por ser esta una obra de repertorio se le haya dedicado menor tiempo de ensayos. En todo caso consideramos logrado el primer movimiento y su manejo de los contrastes dinámicos, también la finura de enfoque del segundo movimiento Allegretto, el Minueto lo consideramos con demasiados desajustes y ambigüedades de pulso y el cuarto solo fue formal. También agregaremos que a lo largo de la obra se escucharon varias intervenciones de algunos instrumentos con sonidos descuidados.
En la segunda parte hubo una ostensible superación en la calidad del del gesto del maestro Caballé Domenech, siendo mucho más preciso y claro en sus movimientos, sin duda se trataba de dos obras nuevas y bastante desafiantes para la orquesta, del mismo modo el rendimiento instrumental fue de gran nivel.
Primero se escuchó Kamikaze del joven compositor chileno Nicolás Ahumada, obra que había ganado antes un primer premio de composición en la Universidad de La Serena.
Según su autor la obra pretende mostrar y hacer sentir el vértigo y emociones de un juego del Parque de Diversiones Fantasilandia, pero a nosotros más bien nos parece una obra bien estructurada con interesante orquestación, de abundante percusión, que juega a nuestro juicio con colores y texturas junto a escalas descendentes o ascendentes que le otorgan cierta unidad en la forma, la que ve constantemente interrumpida por golpes de percusión, generando ejes de contraste que mantienen la atención de los oyentes.
Consideramos la versión muy cuidadosa de parte de la batuta y de sobresaliente atención y disposición de parte de la orquesta, a la que se vio bastante entusiasmada con la partitura, la que también entusiasmó a los asistentes que la premiaron junto a su compositor con grandes aplausos.
El compositor Nicolás Ahumada y la orquesta reciben los aplausos del público. foto ceac
Con otra obra ajena al repertorio de la Sinfónica, los Cuatro interludios sinfónicos de la ópera Intermezzo de Richard Strauss, en ella creemos que la orquesta mostró gran parte de su potencialidad musical, y decimos solo gran parte, porque al menos en la función del viernes se produjeron algunos sonidos poco prolijos en algunos bronces y en alguna de las maderas, pero en general prevaleció hermoso sonido acompañado de potencia sonora. Como el tercero de los interludios exige una interpretación de cámara, la masa orquesta se redujo solo a los primeros atriles, fundamentalmente en las cuerdas. Tal vez nos habría gustado que el cuarto fragmento hubiese sido más unitario, pero estas consideraciones no empañan para nada el alto rendimiento exhibido por la Sinfónica tanto como el preciso y musical gesto de la batuta de Josep Caballé Domenech, quien ahora si pudo exhibir toda su capacidad como director.
Un concierto que deja una sensación de satisfacción, al comprobar que la orquesta da pasos significativos en favor de la excelencia, al ir adecuándose cada vez más a las características de la nueva Sala Sinfónica.
El director Josep Caballé Domenech y la Sinfónica en un momento del concierto, foto ceac
Gilberto Ponce (CCA)