INAUGURACIÓN TEMPORADA SINFÓNICA.

GRAN INAUGURACIÓN SINFÓNICA.

Las enormes ovaciones del público, al finalizar el concierto de apertura de la Temporada 2014, de la Orquesta Sinfónica de Chile, dieron cuenta del rotundo éxito que obtuvo Leonid Grin, su director titular, a lo largo de toda la jornada, con un programa, tan variado como atrayente.

La orquesta mostró escasas falencias, así como un sonido sólido y musical, siguiendo todas las precisas indicaciones de su director, pero más importante aún, en cada músico era evidente la intención de hacer las cosas de la mejor forma.

Leonid Grin. foto radiouchile
Leonid Grin. foto radiouchile

Estas y otras razones justifican ampliamente la reacción de un público que repletó el Teatro Baquedano.

La jornada se abrió, con una obra que generalmente se destina a conciertos de extensión, y que sufre en casi todas las ocasiones, versiones descuidadas y simplonas, donde solo interesa resaltar, la famosa sección de las trompetas, utilizada hasta la saciedad, no solo en publicidad; nos referimos a la Obertura Caballería Ligera de Franz von Suppé.

Franz von Suppé. foto photographersdirect
Franz von Suppé. foto photographersdirect

Pero en esta ocasión, fue objeto de una cuidadosa versión, que sacó a relucir todos sus valores formales, a través de un certero balance instrumental, precisos contrastes dinámicos y de carácter, cargando de sentido las secciones más populares, siempre con un espléndido sonido.

Luego se interpretó una de las más famosas obras de bravura, tanto que algunos la acusan de poseer demasiada pirotecnia, digámoslo mejor, es inmisericorde con el solista, a quien no da tregua a lo largo de toda la obra; estamos, hablamos del Concierto para piano y orquesta Nº 2, en Sol menor, Op. 16 de Sergei Prokofiev, que contó como solista al ruso-israelí Alexander Markovich, solista de imponente presencia, que deslumbró al público, con una técnica arrolladora, de precisa digitación, y gran peso sonoro, escuchándose incluso perfectamente, en aquellas partes, donde la orquesta en pleno, toca en forte o fortísimo.

Sergei Prokofiev. foto visionescriticas
Sergei Prokofiev. foto visionescriticas

Maneja excelentemente los contrastes dinámicos, y tal vez la única objeción sea, que la  sutileza, no aflora lo suficiente en ciertos pasajes, claro está, que el concierto, no ofrece demasiadas oportunidades, pero esto queda en segundo lugar, si observamos sus logros.

El acompañamiento de Grin fue excelente, en todo momento, y en perfecta sintonía con el solista; con asombro el público observó su desempeño, en el endemoniado segundo movimiento, que también es de gran dificultad para la orquesta.

Alexander Markovich. foto gornovosti
Alexander Markovich. foto gornovosti

Con ampulosidad trágica interpretaron el tercero, denominado Intermezzo, que tal vez pudo ser más sensible y lírico, debido al indudable carácter programático que posee; el cuarto y último, Allegro tempestuoso, tal como lo indica su nombre, es de gran dificultad, requiriendo casi de un mayor virtuosismo, en el que se alternan, momentos casi líricos, con aquellos de bravura.

El desempeño de Alexander Markovich y el acompañamiento de Leonid Grin, fueron el excelente medio, para el rotundo éxito obtenido.

Finalizaron con una conmovedora versión de la Sinfonía Nº 5, en Mi menor, Op. 64 de Piotr Ilich Tchaikovsky, que mantuvo en vilo a la concurrencia, incluso en las pausas, debido a la carga emocional entregada.

Grin como dueño de un claro concepto, buscó la esencia del drama subyacente en la obra, creando un arco expresivo, que se inició con el desolado tema que se expone en el primer movimiento, para finalizar en el soberbio final.

Detalle importante, fue la férrea unidad observada a lo largo de sus cuatro movimientos, haciendo un todo coherente, que justificó el abrumador entusiasmo de los asistentes, los que no se cansaban de aplaudir.

La versión fue de tal fuerza expresiva, que aquellas deficiencias esporádicas que aparecieron, como el sonido un tanto crudo en algunos instrumentos a solo, pasaron a un plano insignificante.

Piotr Ilich Tchaikovsky. foto visionescriticas
Piotr Ilich Tchaikovsky. foto visionescriticas

Magníficos juegos dinámicos y diálogos instrumentales, con intencionalidad lírica que resaltaron luz y sombra, fueron algunas características del primer movimiento.

Intimidad oscura en las cuerdas, inició el bellísimo segundo, luego con dificultades se escuchó el solo de corno, que se contrastó con la excelencia del clarinete y el oboe, el desarrollo fue de tal expresividad, que transformó hasta los silencios en música –como debe ser-, Grin y la orquesta dejaron sin aliento al público, con dramático final.

El Vals que sigue, mantuvo el carácter de los movimientos anteriores, en sus lógicas diferencias; las figuras fueron de enorme claridad y el fraseo muy expresivo; quisiéramos destacar la belleza sonora de las cuerdas y maderas.

Culminando con el gran arco expresivo, se escuchó el magnífico último movimiento, en el que realzaron los contrastes dinámicos y de carácter, convirtiéndose en una síntesis dramático expresiva de tal fuerza, que lógicamente consiguió las más ruidosas ovaciones del público.

Una gran jornada, que habla bien del posicionamiento de Leonid Grin, frente a la Sinfónica.

Gilberto Ponce. (CCA)

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